Conoces Daroca de Rioja? Es un pequeño pueblo riojano de apenas 50 habitantes, aunque está muy cerca de Logroño, nos dió la sensación de que está perdido en la mitad de la nada, es de esos pueblos que encontramos por casualidad y que guardan un gran tesoro gastronómico.¿Queréis saber de qué se trata?
Muchas veces salimos de excursión sin saber dónde vamos, empezamos a “carretear” y descubrimos lugares rurales y naturales espectaculares y como no gastronómicos!
En plena ruta nuestros estómagos empiezan a rugir, es hora de realizar una parada y hacer lo que mejor se nos da «comer». Nos detuvimos en Daroca de Rioja y ya que estábamos en este coqueto pueblo no podíamos perder la oportunidad de disfrutar de la gastronomía riojana en Venta de Moncalvillo, lo primero que pensamos fue para que vamos a entrar si no hemos reservado, pero no íbamos a quedarnos con la duda así que probamos suerte y casi sin darnos cuenta estábamos sentados en la mesa con la emoción en el cuerpo.

Los hermanos Echapresto, Ignacio y Carlos, chef y sumiller respectivamente, cuentan con prestigiosos reconocimientos gastronómicos entre ellos el de contar con el restaurante de estrella michelín en el pueblo más pequeño del mundo, pero lo curioso es que todo comenzó hace más de 20 años cuando se negaron a abandonar el pueblo en el que habían crecido y apostaron por quedarse continuando con la casa de comidas que regentaba su familia.
Y es por este motivo nos quitamos el sombrero ante la actitud de este restaurante que apuesta por el desarrollo rural, colaborando con los productores locales, evitando la despoblación y que ha puesto en el mapa a este pequeño pueblo pero grande en el firmamento gastronómico.
Comenzamos nuestra velada gastronómica con los aperitivos que los tomamos en la bodega, mientras nos quedamos embobados curioseando las etiquetas de las distintas botellas. Nos llaman la atención por su procedencia o lo antiguas que son, auténticas botellas de colección.
Esta bodega es un pequeño paraíso para los amantes del vino ya que ha recibido numerosas menciones y no es de extrañar, puesto que cuenta con más de 1500 referencias de todo el mundo, en la que no faltan vinos históricos riojanos. ¿Te imaginas, por ejemplo, celebrar tu cumpleaños descorchando un buen vino del año en el que naciste? aquí es posible.
Acompañado de un oloroso vermut casero envejecido en barrica, degustamos pequeños bocados de la huerta, como bizcocho de remolacha con cebolla y queso, bombón de la huerta, cortado de cebolla caramelizada, caldo calentito de setas para combatir el frío, pan bao de coliflor, brocheta de cherry y puerro a la parrilla montado en romero. Cada bocado una sorpresa y una explosión de sabor en la boca.
Volvemos al comedor, un comedor rústico acogedor con grandes ventanales a través de los cuales se ve la enorme huerta que rodea a la casona y de donde proceden las verduras y hortalizas que se cocinan.
Una botella de agua filtrada y diferentes tipos de pan casero nos esperan en la mesa, porque en esta casa todo es casero hasta el pan y como nos gusta el pan casero!!
Comenzamos con el primer plato: puerro, clara de huevo con jamón y caviar de caracol, como algo tan sencillo puede estar tan rico!
Continuamos con setas y trufa fresca rallada al momento servido en un artístico plato que simula el sombrero de una seta dada la vuelta.
Brutales las alcachofas fritas con yema de huevo, el chef ha sabido ordenar los sabores como si de una banda de música se tratara, para que ningún ingrediente destaque frente al resto, para conseguir una armonía gustativa perfecta.
Continuamos con un guiso de callos de bacalao con colmenillas y hojas de coles de Bruselas, a primera vista este plato se llevaba todas las papeletas para ser el peor valorado, porque combina todos aquellos ingredientes que menos nos agradan y además está el picante. Como ya sabéis una parte de Viajar al Paladar es muy sensible al picante, pero una vez más superaron nuestras expectativas. Para nada nos resultó un plato desagradable en cuanto a textura y sabor, todo lo contrario cuando lo comías te daba la sensación que estabas comiendo los típicos callos elaborados por nuestras abuelas hechos con gran esmero.
Ay las Cocochas de merluza asadas al sarmiento, creo que son las mejores cocochas que hemos probado en la vida, no sé si la ilusión óptica de comerlas encima de la “piel de la merluza” ha tenido algo que ver pero estaban espectaculares.
No podían faltar los platos de caza tan característicos de este restaurante, acompañados de productos invernales: rollito de cuello de cordero con su jugo y lomo de ciervo a la parrilla con setas y castañas.
Para ayudar a hacer la digestión un sorprendente postre fresquito, pera de Moncalvillo al vino tinto, realmente este postre es la pera! Te llamará la atención su emplatado, pero lo que te hará recordarlo eternamente es su distintivo sabor a pera de invierno. En nuestro caso nos recordó a las peras que de niños saboreamos en los meses invernales.
Y para terminar imagina que te transportas a la casa del pueblo de la abuela, visillos de ganchillo, natillas galletas y bizcocho en una bombonera, con este dulce homenaje es posible. 😉
Y por último una cosa que nos encantó, ya que fué una propuesta diferente a lo que a lo que habíamos probado en otros restaurantes. Los petit four que son una representación del subsuelo y los minerales de la rioja a través de diferentes chocolates.
Solo podemos decir que en Venta de Moncalvillo se aplica el dicho de «comer es un placer», son platos con pocos ingredientes, sencillos pero sorprendentes, en el que tus sentidos te harán recordar esa gastronomía de pueblo que de pequeño degustabas con tanta pasión . Un lugar para repetir!!