Juzbado es nuestro plan favorito de arte rural en Salamanca cuando salimos en familia. A solo 25 minutos de la ciudad, este pueblo convierte sus calles en una galería al aire libre: los murales de Juzbado nos sorprenden y a nuestra peque le encantan; además hay paseos fáciles entre berrocales y el famoso columpio de Juzbado con vistas al Tormes que pide foto sí o sí.
Si buscas planes con niños en Salamanca que mezclen naturaleza, arte y rincones fotogénicos, aquí te contamos cómo organizar la visita: ruta de murales a ritmo familiar, geo-ruta y Senda de los Bruños, mejores horas para las fotos y dónde aparcar para empezar sin prisas.

Cómo llegar a Juzbado sin dramas (y con un/a niño/a impaciente)
Desde Salamanca son unos 22–24 km por la SA-300 (25–30 minutos según tráfico). Es la misma carretera que va a Ledesma y pasa por Valverdón y Almenara de Tormes antes de llegar a Juzbado. Si prefieres transporte público, hay autobús en la línea Salamanca–Ledesma con parada en Juzbado en días laborables (revisa horarios actualizados). Nuestro truco anti “¿falta mucho?” es simple: buscar encinas y dehesas desde la ventanilla y llevar una playlist corta.
¿Dónde aparcar en Juzbado?
Nosotros solemos dejar el coche junto al complejo deportivo de Los Berrocales (donde está el frontón y el gran mural), porque es un arranque cómodo para ver los murales. Otra opción muy agradable si vas a hacer picnic es la zona recreativa del río (C/ Damas), con sombra y mesas, ideal con peques. En cualquier caso, aparca con respeto al vecindario y evita bloquear accesos.
Ruta de los murales de Juzbado
Empezamos la ruta a paso tranquilo en Los Berrocales, delante del frontón que ya no es un frontón: es un libro abierto al paisaje. Nuestra peque nos señaló “el árbol con raíces” y las garzas como si las hubiera descubierto ella. La escala impresiona (más de 600 m²) y, sobre todo, la sensación de que el pueblo pintó con los artistas: Pablo S. Herrero y Joaquín Vila trabajaron un mes y ajustaron la obra tras asambleas con los vecinos para que flora, fauna y memoria local quedaran ahí, mirando al Tormes. Es un arranque que te sitúa—literalmente—en el espíritu de Juzbado: arte contemporáneo encajado en lo rural.

Bajando hacia el casco, nos atrapa un cielo azul eléctrico lleno de soles y nubes: el Mapa del tiempo ibérico de Ampparito. Nuestra hija se pone a hacer de mujer del tiempo y anuncia “sol en Salamanca y lluvia en Baleares”, y nosotros hacemos de público. Luego le contamos el truco: lo que ves es el tiempo exacto del 15 de octubre de 2020, pintado a lo grande (aprox. 20×4 m), una “escena” pensada para interactuar con ella como si fuera un photocall.
A la vuelta de la esquina aparece una mariposa que, si te acercas, no es mariposa: es “Butter Brik” de Dadospuntocero, un origami creado a partir de un tetrabrik. La metáfora entra sola incluso con niños—aprovechamos para hablar de envases y papeleras—y la foto de detalle queda brutal si encuadras las aristas del “papel” pintado.

Seguimos callejeando y el pueblo se vuelve botánico. Primero, las setas de cardo de SEA162; después, el “Detalle de un tallo” de Sukha, un círculo hipnótico donde la peque juega a encontrar “células” y nosotros vemos geometrías que cambian con la luz. Son dos paradas muy “macro”: te obligan a mirar despacio y a ras de pared.
La conversación botánica se dispara en la pared de Doa Ocampo. Su intervención “Reforestando Hyoscyamus niger” nos tiene un rato: Doa eligió el beleño negro—planta conocida por los mayores y tóxica—por propuesta del Centro Botánico de Juzbado, y la pintó en dos fases: el otoño fue tan lluvioso que tuvo que rematarla en primavera de 2021. Nuestra peque pregunta si “pica”; le contamos que algunas plantas no se tocan y, aun así, se protegen. Nos gusta el mensaje que late en sus colores diagonales: cuidar la biodiversidad y fijar CO₂ también se pinta.
Antes de seguir, nos desvíanos unas calles para ver otra de las piezas recientes que ya es imprescindible en el recorrido: “Marea alta / Alta mar” de David de la Mano. Sobre la pared, sus figuras en negro—esas siluetas humanas que parecen flotar—se mueven bajo una bóveda celeste que guiña al histórico Cielo de Salamanca de Fernando Gallego; el resultado es un oleaje de personajes y constelaciones que convierte la fachada en un cielo navegable. El propio artista cuenta que esta obra se completó en dos fases y que dialoga con la identidad del pueblo

Y justo entre esas miradas a lo vegetal aparece la novedad que nos tenía con la cámara preparada: “Los membrillos” de Marta Lapeña. En una fachada tranquila del casco, dos frutos amarillos palpitan contra la pared como si acabaran de caer del árbol. Nos detenemos un buen rato: plano general para leer la composición y detalles muy cerca para atrapar la textura rugosa de la piel. A nuestra hija le hace gracia que el “amarillo membrillo” exista de verdad y nosotros aprovechamos para hablar de los cultivos de la zona. Es un mural luminoso que encaja de lleno con el espíritu de arte rural de Juzbado y que añade un toque de color cálido a la ruta.

Cerramos el paseo volviendo hacia el frontón, ya con luz dorada. Entre medias, vamos cazando pequeñas joyas—papeleras pintadas, detalles que cuentan por qué aquí el arte no es un evento, sino un hábito—y comentamos que todo esto arrancó con el Certamen de Pintura en el Medio Rural (2018) y se ha reforzado con el Mural Abierto de 2020–2021. En una hora y poco, risas, fotos y ganas de más.
Al final del recorrido, llegando al frontón y al abrirse el llano aparece el silencio en blanco y negro de “El Último Beso” de Artes Prada. Está en el lateral de una nave agroganadera, enorme, visible desde lejos; nos quedamos mirando la ternura de ese abrazo sin color, como si el viento también bajara el volumen. Le contamos a nuestra hija que el artista lo pintó en homenaje a su abuela y que muchos lo llaman “el beso más grande de la provincia”. Ella pregunta por qué “último” y nos sale una charla sobre recuerdos que se quedan, como este. Para la foto, funciona mejor con un poco de distancia; a ras de suelo, el paisaje pardo hace de marco.
Mapa de la ruta a pie por los murales de Juzbado: sigue el recorrido y localiza cada obra fácilmente.
La geo-ruta de Juzbado
Entre mural y mural, nos acercamos al Museo de la Falla para pedir el plano de la geo-ruta. Es un paseo circular, autoguiado y para todos los públicos con 7 paradas en menos de 1 km: te cuenta de forma sencilla de qué están hechas las casas, por qué aquí hay tantos berrocales y dónde se esconde el “lugar de interés geológico” del pueblo. La convertimos en una gymkana: “¿quién encuentra el siguiente hito?”.
La Senda de los Bruños
También nos animamos con la Senda autoguiada de los Bruños: 2 km circulares con 10 balizas que mezclan pistas de geología, botánica y cultura local. Es un paseo corto y agradecido para niños; terminan sabiendo qué es un “bruño” y señalando líquenes como si fueran expertos.
El columpio de Juzbado
Para rematar, subimos al columpio gigante de Los Pilones. Es de madera, más de 4 metros de altura y con banco para tres, colocado en el borde de un talud con vistas a la ribera del Tormes. Al atardecer, el cielo hace de filtro natural y entiendes por qué se ha vuelto el icono del pueblo. Sentido común si vas con peques: turnos, calma y distancia al borde.

Itinerario que nos funcionó
Llegamos por la SA-300 y aparcamos en Los Berrocales; hicimos la ruta de murales a ritmo de fotos, paramos en el Museo de la Falla para recoger el mapa y recorrimos la geo-ruta. Después, Senda de los Bruños y merendamos en el área del río. Cerramos en el columpio con el sol bajando. Fácil, bonito y con niña contenta.
Consejos rápidos (familias & foto)
- Luz dorada para “El Último Beso” y “Libro Abierto”; mañana para el Mapa del tiempo si quieres cielo limpio.
- Lleva calzado cómodo y agua en verano.
- Respeta fachadas privadas: muchos murales se fotografían desde la vía pública.
- Si vas sin coche, revisa el bus el día anterior; la frecuencia es limitada.
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